¿NO MIRES ARRIBA O NO MIRES AL SISTEMA?
Igual da, porque el sistema no tiene vergüenza ni reparo en que lo mires
Debo confesar que como crítico del sistema socioeconómico dominante (mercantilismo, capitalismo, liberalismo, neoliberalismo, llámenlo como quieran), luego de ver la película NO MIRES ARRIBA me emocioné y volví a motivarme (incluso de inmediato escribí una nota) por su mensaje basado en una cruda sátira al sistema, a los políticos y política megalómana, a la prensa cómplice y generadora de tanta estupidez y claro, a nosotros como sociedad que vivimos mirándonos al ombligo. Pero como toda emoción es efímera y nubla la razón, a los días me encontré en Twitter con las opiniones en su cuenta personal del redactor publicitario español Daniel Méndez, que a continuación utilizo para aterrizar el último fenómeno de Netflix y claro, volver a nuestra cruda y decepcionante realidad.
Lo que viene sucediendo con el boom masivo de “No mires arriba” no es la primera vez que pasa, en la línea de películas, series o previamente comics que luego fueron llevados a la pantalla grande, que atacan al sistema, reivindican por ejemplo la revolución contra el fascismo (V de Venganza, 2006) o la resistencia, como sucedió hace poco con la serie española “La casa de papel”. Pero parece que tiene que suceder una y otra vez para que se crea esa sensación o fiebre de la novedad por la revolución.
¿El sistema no debería preocuparse por estos fenómenos de comunicación de masas? Incluso ¿si es el mismo sistema que financia, realiza y difunde estos fenómenos, no estará poniéndose en riesgo a sí mismo al inculcar globalmente el antisistema?
Al respecto, Daniel Méndez señala en su cuenta de Twitter que cuando se le preguntó la razón de cancelar la serie Black Mirror a Charlton Brooker (creador de la serie), su respuesta pudo sonar grandilocuente: "Influido por Huxley u Orwell, quise crear una corriente de opinión y reflexión a través de una serie, pero esta, lejos de producir un cambio, solo consiguió normalizar la distopía que ya vivimos o el futuro apocalipsis, para transformarlas en un producto cultural".
"Mi alianza con Netflix fue la puntilla de Black Mirror y acabé tan desazonado que decidí no volver a creer en que las cosas pueden cambiarse desde dentro". Charlton Brooker.
“El dilema de las redes”, para nosotros, para el sistema no
Méndez nos recuerda que el año pasado, Netflix, la plataforma de streaming que más monetiza y analiza los datos de sus clientes, estrenó "El dilema de las redes" un documental en el que se tocan temas que mucha gente desconocía, como el poder de control de las redes sociales y como los usan de forma amoral empresas y gobiernos.
“La noche del estreno en Netflix, el uso de Twitter y Facebook se incrementó un 12% por encima de la media para un domingo, impulsado, precisamente, por el impacto que causó el documental” cita Méndez.
Incluso, padres de familia (que son los primeros en vivir pegados a la pantalla de sus móviles) reclamaron a sus hijos ver el documental. Claro, no les hicieron caso.
Y otra vez volvió a suceder: la emisión de un documental cuyo mensaje consistía en llamar la atención sobre un uso más racional o a dejar de utilizar las redes, generó todo lo contrario de lo que pretendía.
El sistema, como la guerra ya no gana con el poder de la fuerza
Méndez, desde su mirada como redactor publicitario señala que el capitalismo ha convertido elementos marcadamente anticapitalistas, en negocios ajustados a la sistemática del mercado.
“Decir que el capitalismo nos lleva al apocalipsis es cool. Tuitear que hay que dejar de usar Twitter es cool.”
“Lo antisistema es cool...y, ahora también, capitalista.”
Y nada se salva a este fenómeno social de masas, así como sucedió en la última Conferencia Mundial del Cambio Climático, donde los principales líderes contra la contaminación y generación de CO₂ llegaron en aviones privados cada uno contribuyendo a incrementar el problema, pero para hablar horas y horas del problema y cuestionar a las industrias y países que más lo provoca.
Por ejemplo, una de las empresas más contaminantes del mundo, Amazon, realiza multimillonarias campañas por la sostenibilidad y lanza hashtags en Twitter que alcanzan el trending topic a nivel mundial.
Un estudio realizado por The Guardian, demostró que si Amazon hubiese utilizado el dinero que gastó en esas campañas reputacionales en mejorar su flota de camiones, habría reducido un 77% la contaminación que provoca. Curioso, ¿verdad? Y esa es la tendencia o “moda” en las demás grandes industrias y corporaciones mundiales.
El feminismo otra bandera antisistema que cayó ante el sistema
Méndez nos habla del "Feminism market", es decir, un mercado que mueve un dineral a través de la venta online de camisetas, pines, afiches con el feminismo como estandarte, un movimiento que tenía un marcado carácter anticapitalista y que ahora funciona como catalizador de consumo identitario.
Mientras que la ONU estimó que se necesitan unos 420 millones de dólares para financiar la lucha para acabar con los matrimonios de niñas en los países islámicos. El mercado de las camisetas feministas mueve, solo en Estados Unidos, más de 2000 millones de dólares.
“Resulta aterrador pensar en cómo cada solución que trata de resquebrajar el monolítico capitalismo acaba convertido en divertimento, en moda, en trending topic, en pin, en camiseta, en políticas reputacionales para empresas o, por resumirlo, en parte activa del problema” señala Méndez.
Y es que el sistema (proponiéndoselo o no) no ha logrado vencer, ni mucho menos desaparecer a sus “enemigos”, todo lo contrario: ha conseguido que oponerse a él sea igual o más capitalista como defenderlo, o mejor dicho, ya no hace falta defender al capitalismo.
Luego de todo lo expuesto, así como los comentarios del redactor publicitario español Daniel Méndez y repensando la película "No mires arriba", la emoción por el mensaje antisistema se convierte en desazón, porque luego de tanta sátira dura y cruda, de celebrar los cuestionamientos, en realidad termina en una mezcla de agotamiento, impotencia, desconsuelo (¿derrota?) que el cambio es imposible.
“El problema, y creo que esta es la clave, es que intuyo que cualquier espectador se identificará con los protagonistas, Di Caprio y Lawrence y he aquí la perversión, que "No mires hacia arriba" pretende hacernos sentir como personas racionales, personas que saben que lo que está ocurriendo sería imposible en un mundo real, donde todos evitaríamos juntos la llegada del meteorito. Esa paradoja es lo que provoca la risa constate. Pero, ¿es real?” interpela Méndez.
“Si bajamos a la realidad, sin meteoritos, observamos que el capitalismo no es un desastre natural que arrasará el planeta en cuestión de segundos. El capitalismo es un veneno que actúa de forma progresiva, que sigue haciéndonos creer que podemos crecer hasta el infinito, que sigue haciéndonos creer que merecemos lo que tenemos, que sigue haciéndonos creer que, mientras nos riamos con películas como esta, mientras alucinemos con Black Mirror, mientras compremos a empresas no contaminantes, mientras tuiteamos muy fuerte que #BlackLivesMatters, o que mientras publiquemos en nuestras redes textos como este que estáis leyendo para calmar nuestras conciencias, todo estará bien” sentencia Méndez.
En conclusión, definitivamente viendo la realidad y cómo estamos, no somos ni por asomo parte de la solución, por eso quizá películas como “No mires arriba” son una ficción a manera de un alucinógeno que nos hacen creer por las 2 horas y 18 minutos que dura, o los días o semana posteriores, que somos Di Caprio o Jennifer Lawrence, pero como dice Méndez: “No lo somos, si lo fuésemos, si fuésemos parte de la solución, esta película no nos haría la más mínima gracia”.
Para finalizar, a propósito de que hoy concluye el 2021, termino convencido (¿derrotado?) de que no solo no se puede con el sistema, sino que el sistema termina fagocitándolo todo, incluso a los que están en su contra, y utilizando los contras no solo a su favor, sino para seguir ganando dinero.
Y con la gente pasa lo mismo, no tiene sentido opinar ni mucho menos cuestionar cosas ante ellos, no solo responden con insultos, agresiones, sino "voltean" la tortilla victimizándose con la autocomplacencia de lo políticamente correcto, con el verso de “no mires el problema en los demás” o ridiculizando a quien opina, observa, cuestiona.
En una reciente charla con un par de amigos sobre el tema las preguntas fueron ¿se puede hacer algo al respecto? ¿Se puede combatir o en todo caso hacer resistencia al sistema o a la gente? ¿Si eso es posible, se puede desde adentro o desde afuera? Yo, ni mis amigos tenemos las respuestas.
Agradecimiento a:
Daniel Méndez, redactor publicitario español
Colaborador: @eldiariomurcia
En Twitter: @LosPajarosPican
En Instagram: @librosdeantiayuda