TANTAS VECES DEMOCRACIA Y DEMOCRÁTICOS
¿Realmente lo somos?
Hay palabras que usamos tanto (o abusamos) que no solo las vaciamos de contenido, sino que las pervertimos. Unas de esas son DEMOCRACIA (sustantivo) y DEMOCRÁTICO (adjetivo). Dos términos que deberían significar lo mismo y un sentido positivo para todos, pero, en una realidad tan polarizada e irracional como la que estamos viviendo en el Perú no es así.
No comprendemos que democracia es un sistema (quizá el único) donde todos somos iguales en cuanto a los votos, y democrático es (o debe ser) un adjetivo positivo. Sin embargo, esa esencia de ambos términos por un lado resulta incómodo cuando nos enfrentamos a su aplicación o ejercicio, y sobre todo cuando experimentamos que implica límites a nuestros deseos y poder, tanto de quien gana, como de quienes pierden o no son elegidos.
PRIMERA LECCIÓN: La democracia y ser democráticos si bien nos protege a todos, pero como toda libertad implica también limitaciones para todos.
Entonces, tenemos que reconocer que la democracia es incómoda, y a pesar de ello la apoyamos (incluso con todos sus errores: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de los demás” W. Churchill), porque sin ella no hay condición para la coexistencia en paz y libertad, además es el mínimo consenso y base de gobierno en función de una visión país, sobre todo en una realidad social, económica, cultural, geográfica tan diversa como la nuestra, que debe trascender a posiciones de grupos, ideologías y política partidaria alguna.
La democracia y ser democráticos como toda condición tiene reglas, roles y plazos. Y aunque sean tediosos, y eso implique tensión e incertidumbre, los procesos no se tuercen, no se adelantan, no se quebrantan.
SEGUNDA LECCIÓN: La democracia es fondo, pero también es forma, es decir, procedimientos, normatividad y cumplimiento de las leyes.
Si hablamos de democracia y nos consideramos democráticos hay límites, luces rojas que no deben pasarse, valores y principios que no se renuncian, que no se negocian, no son selectivos, personales o particulares.
TERCERA LECCIÓN: Culminada la votación y al terminar todo su trabajo la autoridad electoral, es decir, hasta resolver la última incidencia, EL RESULTADO SE RESPETA POR TODOS.
Una vez concluida la campaña con el acto electoral o como tanto repite la frase trillada “fiesta electoral” ya no hay competencia, los resultados finales oficiales formarán parte de la estadística y la historia. Por lo tanto, lo observable, lo impugnable y lo que se solicitó a tiempo como nulidad, ya fue observado, impugnado y solicitado (según los procedimientos y plazos establecidos y conocidos por todos y con anticipación). No más bulla, no más ruido, dejar que la autoridad haga su trabajo y anuncie el resultado y proclame al nuevo presidente.
Si la democracia en realidades como la nuestra es frágil, el sistema ni la sociedad pueden soportar por sí solos la polarización y enfrentamiento en el que estamos y seguimos alimentando. Así que, en unos días o a más tardar semanas (ojalá) todos tenemos que aceptar los resultados al nuevo gobierno, no del partido que ganó, sino de todos los peruanos.
CUARTA LECCIÓN: Del lado de los que no ganaron, de la ciudadanía que no votó por el elegido, y también de la ciudadanía que sí votó por el elegido, toca vigilar para actuar y defender la democracia y las libertades, y no mirar lo que pasa hasta los próximos 5 años de elecciones, mucho menos sabotear.
El ganador en democracia (más allá del porcentaje de votos con que se eligió) no significa que tenga el poder absoluto, ni que el ganador lo sea por siempre, todo lo contrario a ello no es democracia ni ser democráticos.
QUINTA LECCIÓN: Democracia y ser democráticos representa que el poder se comparte, se equilibra, se consensúa.
Finalmente, no hay democracia ni somos democráticos si no hay y no tenemos capacidad crítica y reflexiva, es decir, dejar las emociones y la impulsividad, el miedo y sobre todo la violencia.
SEXTA LECCIÓN: No hay democracia, ni somos democráticos si no nos tomamos el tiempo, ni tenemos la capacidad para distinguir lo falso de lo verdadero, lo ilegal de lo legal, y sobre todo si nuestras expresiones y nuestros actos contravienen ideales, valores y principios y resultan contradictorios ante nuestros hijos y los demás.